Diego Benéitez
«Juego de equilibrio»
Línea. Línea. Línea. Pulso. Línea. Línea. Línea. Pulso. Línea. Línea. Línea. Lejos. Cerca.
Como una pantalla de constantes vitales en la que de lejos solo podemos ver un horizonte inerte y al acercarnos encontramos resquicios de vida. Pulso, tejados, antenas, ciudades. De la abstracción total a la sorpresa, al detalle. De lo lejano a lo cercano, paradoja: lejanía y cercanía. De lejos una línea, un bodegón de aire. En el acercamiento una obra nueva, totalmente diferente. Volvemos a estar en casa, en medio de una ciudad. De ninguna ciudad y de todas las ciudades. La abstracción pictórica y la abstracción mental que nos hacen viajar dónde queremos y no dónde debemos.
Pintura que en un juego de equilibrios nos invita a imaginar desde lejos y desde cerca. Con distancia nos enfrenta a la nada, a la dificultad de admitir nuestra pequeñez en un mundo infinito, sublime. “¿Soy capaz de soportar este vacío?”, se pregunta el espectador aturdido. Pero la misma pintura lo rescata, la cercanía con la obra lo salva. “Estás en una ciudad, aunque no te diré en cuál”. El espectador respira y se siente aún más vivo. En paz consigo mismo. La satisfacción de sentirse reconfortado, vivo.
Diego Benéitez es sinónimo de vitalidad. En medio de la bruma, destellos, pequeños faros y pistas que nos devuelven a puerto. A casa. Por perdido que se esté, por lejos que uno lo vea, la distancia que parecía hundirnos desaparece y nos alivia. Espacios monocromos, matizados y difuminados. Por un lado, nieblas que ciegan pero que mojan el rostro y recuerdan que seguimos aquí. Por otro, ocasos, últimas luces que incendian el cielo, calientan y reconfortan.
Esta muestra es el resultado de la conjunción de Benéitez y Bea Villamarín, vitalidad para tiempos oscuros, luces en medio de la noche y soles ardiendo por no quemar.
Zamora, febrero 2021.
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«Juego de equilibrio»
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